Lilian Jara lleva un mes de vuelta en Chile, pero la huella de África aún está presente, no sólo en su mente, sino que también en su organismo. La magallánica viajó hasta aquel continente para realizar un trabajo de voluntariado, sin embargo, en el período final de su estadía contrajo malaria, una de las patologías más recurrentes en la zona, que puede tener consecuencias mortales.
Tras días críticos en aquel continente y en Chile, Lilian hoy se encuentra aún en un período de examinación de seguimiento para determinar los alcances de la enfermedad en su organismo, aunque ya ha podido retomar sus actividades. Con la distancia del tiempo ha podido sacar lecciones de la experiencia, la más importante, considera, obtener mayor información al momento de viajar.
   “Me dieron mi carnet, me pusieron las cuatro vacunas, todo lo que correspondía. Yo presumí que estaba lista, pero en ninguna parte me dijeron que tenía que tomar profilaxis dos semanas antes. Yo no soy médico, si voy al servicio de salud es porque ellos son los expertos. Aquí hay un vacío, Chile no está preparado para casos de malaria”, sostiene.
Esta última afirmación la hace respecto de la prevención y del tratamiento, pues relata que como a nivel nacional, y más aún regional, los casos de malaria con muy aislados, no siempre se cuenta con los insumos necesarios.
“Cuando llegué el doctor me dijo que no tenían el medicamento yo ingresé el sábado y el domingo tuvieron el medicamento y empecé a tomarlo. Ellos trataban de bajarme la temperatura por el momento porque sino podía darme una encefalitis, mientras me hacían exámenes para descartar otras enfermedades. Podría haber sido otra cosa, no tenían la certeza”, explicó.
Momentos críticos
Lilian ya había recibido un tratamiento en África, donde el procedimiento está muy claro, aunque no pudo realizarlo por completo. Sin embargo, cuenta que las condiciones de los hospitales están muy por debajo de lo que se conoce acá. “Cuando llegué al hospital clínico era estar en un hotel de cinco estrellas, me atendieron muy bien, no puedo tener un reclamo con ellos. Allá me encontré con situaciones límites de supervivencia, de repente se cortó la luz y tuvieron que realizarme el procedimiento con velas y se podían ver lagartijas en el techo”, contó.
Además relató que en su retorno a Chile sufrió penurias por la falta de experiencia. “Tuve que viajar 36 horas y ya venía con temperatura. En Londres tuve que esperar 12 horas sin agua ni comida, porque tampoco andaba con plata y mi idioma no era el de ellos. Son experiencias que me sirvieron para no volver a cometer los mismos errores cuando regrese. Ya estoy con cuero de chancho. Tuve que hacer un acto de supervivencia, acurrucarme en cualquier parte del aeropuerto, tratar de dormir  y estaba sola. Hoy lo cuento como testimonio, pero ya fue. Ojalá no le ocurra a nadie”, indicó.
Es por eso que aprovecha que su caso se hizo conocido para hacer hincapié a las autoridades que se informe mejor a la población.
“Hago mi mea culpa porque yo no sabía que tenía que tomar pastillas. Pero tampoco tengo por qué saber, si voy al servicio de salud es para eso. Hay que hacer notar que hay que introducir más a la gente, hay que enseñarlos, educarlos en la parte de salud que quien vaya a África tiene que tomar los resguardos que corresponden, porque hay riesgo vital si no estás a tiempo”, concluyó.