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Columna

Fundación de Carabineros de Chile: 27 de Abril de 1927

opinion
28/04/2024 a las 14:14
Pablo Oyarzo
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Benjamín Escobedo, Teólogo e Investigador de Historia

Una de las instituciones más cuestionadas, más menospreciadas, pero también más valoradas en el último tiempo, sin duda, resulta ser Carabineros de Chile, cuya organización se remonta hacia la primera parte del siglo XX respecto de su origen sobre el territorio nacional. Por otra parte, cabe señalar que ante la inminente crisis de justicia y seguridad que atraviesa la población, dicha institución se ha convertido nuevamente en una herramienta de valor, confianza y autoridad, esa que tras el estallido social menguó por diversos factores adscritos.

Primero, Carabineros de Chile tiene una historia que vale la pena conocer y leer, esa que forma parte de los rudimentos del orden público de nuestro país, así es como la web del Museo Histórico de la institución señala lo siguiente: “Antes de la fusión de 1927, en Chile existían dos instituciones que actuaban por separado en materia policial, aunque en sectores diferentes, uno urbano y el otro rural, bajo regímenes administrativos dispares: uno civil y el otro, militar. En tanto, la necesidad de fusión que Ibáñez intuía no era una idea nacida de un día para otro, ya que la expresaban diversas opiniones formuladas, ya a partir de 1916, ocasión en que la Comisión de Gobierno de la Cámara de Diputados proponía refundir los servicios de Policía y del Cuerpo de Carabineros bajo una dirección común. Una idea que tuvo sus primeros adelantos en 1924, con la unificación de la Policía Fiscal: la creación de una policía única para todo el país. Esta iniciativa cobró fuerza en diversos sectores políticos y administrativos, sin que se tomara ninguna medida conducente a materializarla hasta que el Vicepresidente, Carlos Ibáñez del Campo, diera a conocer su resolución el 30 de marzo de 1927, cuando fue invitado a una comida ofrecida por la Policía Fiscal de Santiago en el Casino de Oficiales de la 4ª Comisaría […] Allí, Ibáñez, durante un discurso, señaló que “el Gobierno está estudiando la forma de que los servicios de Carabineros y la Policía puedan unirse, desde Tacna hasta Punta Arenas”. Este hecho fue refrendado, no sin oposición de algunos sectores políticos e internos del Ejército, con la firma del Decreto con Fuerza de Ley N° 2.484 de 27 de abril de 1927, que en su artículo primero señala: “Fusiónense los servicios de Policías y Carabineros, formando con su personal, dependencias, armamentos y demás elementos, una sola Institución que llevará el nombre de ‘Carabineros de Chile’”. Entonces, estamos en presencia de un proceso, de una iniciativa con mejorías paulatinas, esas que descansan en la búsqueda constante por resguardar el orden público de nuestro país, claro, uno que parece no gustar mucho a una cierta parte política e ideológica de Chile.

Segundo, la actual institución ha enfrentado bastantes conjeturas respecto de su trabajo, transparencia y quehacer institucional, sin embargo, poco a poco a levantado la cabeza en pro de fortalecer esas debilidades y puntos bajos de autoridad, en otras palabras, restablecer su rol de fuerza de orden público, no de “agente de diálogo” como se ha querido señalar en diversas oportunidades, entre paréntesis, una ironía gubernamental, política y social. Por otro lado, Carabineros se debe al país, y el país se debe en profunda lealtad a esos que, en términos generales, protegen a la ciudadanía con celo republicano, de lo contrario, la inseguridad seguirá siendo parte del paisaje nacional donde narcotraficantes, sicarios, ladrones y otros tantos toman el control del bienestar humano. Tal vez, ante otro aniversario más desde que Carabineros de Chile se formó, aparece implícitamente la deuda que el Estado tiene con estos, esa de respaldar decisiones, robustecer la institución, confeccionar mecanismos para incorporar nuevos funcionarios y establecer directrices claras entre obligaciones, derechos y deberes, esas que por un momento se han transformado en neblina incesante producto de vociferantes, activistas y bufones instalados en el debate público.

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