El compromiso con la sostenibilidad ambiental y la responsabilidad social son dos de los más apreciados por los consumidores en las políticas empresariales como fórmulas de dinamización de la economía que suponen un punto de inflexión en términos de crecimiento en una región determinada. En síntesis, un catalizador económico es una actividad definitiva para el desarrollo de un lugar por su fortaleza intrínseca, sinónimo de prosperidad, frente a otros posibles sectores que viven una mayor dificultad. La Cuarta Revolución Industrial desarrollada de forma paralela al auge de la tecnología como base de la conectividad ha abierto la puerta para la creación de nuevas vías de negocio que suponen una ocasión para el progreso y la evolución. Por medio del branding corporativo digital, la presencia en Internet, el big data y la inversión tecnológica, las empresas pueden incrementar sus aciertos y corregir puntos vulnerables para afianzar sus opciones de éxito económico. Todos estos cambios suponen un reto. Pero también son una gran oportunidad para quienes visualizan aquello que pueden tener a partir de un diagnóstico de la situación, el desarrollo de la creatividad y la identificación de nuevos mercados.

Por tanto, la tecnología no solo es un catalizador de la economía, sino también el hilo conductor de un cambio temporal que sitúa a las empresas y a los seres humanos ante un nuevo horizonte de adaptación a un nuevo tiempo que tiene su reflejo en el comercio. Este elemento también ha sido el catalizador definitivo que ha propiciado la actualización del ámbito financiero.

Hoy en día el hidrogeno verde es por lejos el mayor nicho de inversión tecnológica y donde tanto privados como estado hoy tienen puesto los ojos del mundo en magallanes, la tarea de todos es que las condiciones estén preparadas para el auge de esta gran inversión de volumen mundial.