Se está por consumar una trampa. Toda trampa es deleznable, pero una a la democracia, es grave. Desde que volvió el voto obligatorio, he podido escuchar de gente de a pie, más conformidad que rechazo a dicha obligatoriedad. En general las gentes entienden que ir a sufragar es un acto de civismo necesario. Sería la manera en que todos expresamos nuestra voluntad por los destinos del país. La izquierda fue partidaria acérrima de que el pueblo debía ir a votar; siempre lo sostuvo así. Para ellos, la democracia era el sistema de gobierno de los países civilizados y por tanto, los ciudadanos debían ir a expresar su voluntad en las urnas. La izquierda derramó ríos de tinta defendiendo la obligatoriedad del voto. Sin embargo, en una actitud farisaica, hoy sabemos lo que siempre se sospechó o algunos derechamente sabían. Que para buena parte de la izquierda el concepto de democracia no es el mismo que se usa en occidente. La democracia valdrá para ellos en tanto les mantenga en el poder recibiendo pingües remuneraciones y beneficios del Estado. Y si la democracia les puede hacer volver a las frías calles del desempleo, entonces harán lo posible y lo imposible si ello es posible, para torcer la voluntad popular y dejarlos en el poder.
Luego de rasgar vestiduras por el voto obligatorio, hoy defienden a brazo partido el voto voluntario. Y no se les mueve ni un músculo. Para más desgracia, lo hacen a poco más de dos meses de las próximas elecciones. Este cambio tiene una sola causa: las encuestas de manera consistente arrojan que con voto obligatorio muchas de sus autoridades dejarán de serlo en pocos meses más. Los millones que ganan a costa de los impuestos de los más pobres, los dejarán ir por mandato de su querido pueblo. Entonces, ya no es cosa de defender la democracia: es cosa de defender sus bolsillos, sus cuentas corrientes y la posibilidad de comprar el pan (de grano y sin gluten, por supuesto, a lo progre). Porque esto de cambiar las reglas del juego a pocos días de una elección, no sólo es de mala clase, sino derechamente tramposo. La fórmula usada por la izquierda es dejar sin multa a los que no vayan a votar. Y todo el mundo sabe que si una obligación legal no lleva aparejada una multa para el caso de incumplimiento, deja de ser una obligación y pasa a ser un acto voluntario. Sin multa, se cae el incentivo para concurrir a las urnas. La izquierda lo sabe, pero no le importa. Si ayer dijo voto obligatorio, hoy dice voto voluntario y caso cerrado.
El gobierno ahora que repondrá el voto obligatorio haciendo un paripé. Mantiene la multa por no votar, pero la baja a treinta y tres mil pesos. Es decir, el incentivo por no ir a votar, sigue siendo alto. Porque por ejemplo, la multa para las personas por botar basura en vertederos no autorizados va de 2 a 100 UTM ($131.934.- a $6.596.700.-). Es decir, para la izquierda es más grave botar basura en lugares no autorizados que defender la democracia.
Otro argumento digno de telenovela cebollera, es la defensa que hace la izquierda del bolsillo de los más pobres. Y por eso eximen de multa o la ponen en un umbral muy bajo. En ambos casos se desincentiva la concurrencia a ir a sufragar. Esta lamentable razón quedará en los anales de la sinrazón de la política criolla. Se marcó un antes y un después y aunque la política es el arte de desdecirse e incluso de hasta no de acuerdo con declaraciones propias, este hecho es una mácula para ese sector político.
Este capítulo deja otro hecho lamentable. En plena y palpable crisis económica, se establece feriado irrenunciable durante dos días. Será para otro comentario.